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"Tu vida no es una coincidencia, es un reflejo de ti"

09 julio, 2011

La rara belleza de lo horrible

(Por si acaso, véase con el estomago vacío)


Sin duda, algunos de ustedes ya relacionaron el título con un trabajo lleno de impacto, el cual nos ha triado uno de los fotógrafos contemporáneos más reconocido (y rechazado) del mundo:


Joel Peter Witkin


13 de septiembre de 1939, Nueva York




¿Por qué digo que su trabajo es impactante? Sus fotos suelen involucrar temas y cosas tales como muerte, sexo, cadáveres (o partes de ellos) y personas marginales como enanos, transexuales, hermafroditas o gente con deformaciones físicas. Esta naturaleza transgresora de su arte ha consternado a la opinión pública en repetidas ocasiones, ha provocado que lo acusen de explotador y que haya sido marginado como artista en diversas ocasiones.



















 
Witkin busca la belleza en todo ello, lo grotesco se trata con compasión y respeto. Nos obliga a enfrentarnos a la dura realidad, lo efímero de nuestro ser y lo fortuito de nuestra existencia y bienestar. Con ese trabajo intenta entender, mostrar, hacer reflexionar a quienes se atrevan a mirar, a ver, a quienes no se den la vuelta tras la primera foto y ahonden en los detalles. Porque todo lo que Witkin fotografía existe, está ahí, aunque no queramos darnos cuenta. Lo primero que deja claro es que no se aprovecha de los personajes que fotografía, los trata siempre con respeto y con interés por hacer que el resto del mundo seamos conscientes de su presencia a nuestro alrededor: "cuando hago una foto es sobre algo que existe en la vida que es difícil de entender. No es una explotación de nadie sino una forma de entender la lucha de esos personajes en la vida”.




Las fotografías de cadáveres parecen menos justificables en un primer momento. La explicación al respecto de Witkin es la siguiente: "la muerte es una parte de la vida, es la gran puerta por la que todos nosotros entraremos algún día y creo que no debe ser evitada en ningún tipo de expresión o diálogo expresivo. Mis fotografías de restos humanos se han hecho con todos los permisos, con el conocimiento de que hay implicaciones médicas y morales, y nunca fotografiaré a nadie sin permiso, porque mi propósito es positivo, no oscuro, lo que hago se hace siempre de la forma más humilde, reverente y siguiendo fines elevados."





Ese Hombre sin cabeza que reposa como quien mira la televisión, está muerto. Y eso lo sabemos porque le falta la cabeza. No es un montaje. Parece seguir vivo, pero ya ha pasado la frontera que le hermana definitivamente con las baldosas inertes del cuarto, con la sábana o la ventana, más que con nosotros que le vemos, aunque sus calcetines negros parece que quisieran aún sujetar a ese extraño habitante de la morgue a nuestra vida cotidiana










Su artista favorito y gran influencia es Giotto di Bondone También tuvo acercamiento al arte de Arcimboldo, el Bosco y Goya, pero la más obvia influencia artística en su trabajo es el Surrealismo (sobre todo Max Ernst) y el Arte Barroco.





















Se ha dicho que la particular visión y sensibilidad provienen de un episodio que presenció a los 6 años; un accidente automovilístico en el que una niña (aparentemente de su misma edad) resultó decapitada y la cabeza rodó hasta sus pies.
Sin embargo, en una rueda de prensa que se celebró en Madrid Witkin se mostró realmente dispuesto a hablar de sí mismo y contó anécdotas que pueden resultar esclarecedoras:

"(lo de la cabeza) pasó cuando yo tenía 7 y no 6 años, estaba con mi madre y mi hermano gemelo. Íbamos a la iglesia y hubo un accidente de coche muy grande. En realidad ellos no vieron lo que yo, mi madre sólo intentaba ayudar. Me dijeron después que lo que vi era en realidad una pelota que salió rodando de uno de los coches. Era un espectáculo de terrible violencia y quizás más tarde, en un estado de sueño en mi interpretación de esto esa pelota se convirtió en una cara.
 Esto, para mí, tiene mucha más relación con mi trabajo: cuando tenía cuatro o cinco años me senté en el regazo de mi abuela que era muy religiosa y estaba rezando el rosario. Yo sostuve el crucifijo y me lo quedé mirando. Ella paró porque se dio cuenta de mi interés, me volví a ella y dije: cuando sea mayor quiero trabajar en la fábrica de crucifijos y yo me encargaré de ser el que clave a la persona a la cruz.
Más tarde, cuando ya era adolescente, mi abuela tuvo un accidente y su pierna se empezó a cangrenar. Cuando me levantaba, la casa se llenaba con ese olor a café y la pierna de mi abuela, y acabé asociando el dolor con el amor."








Ha llegado a poner anuncios en prensa buscando enanos, tullidos y todo tipo de freaks para posar en sus fotos. Visita las morgues en busca del cadáver que más se ajuste a su nueva idea o de restos de cuerpos que le sirvan para montar una de sus peculiares y nunca mejor llamadas naturalezas muertas.


























 

No es un cazador de momentos. Sus fotos van más allá del simple click y dedica horas a componer y ambientar las escenas con toda la historia del arte muy meditada. "Me considero retratista, pero no de gente, sino de la condición del ser", ha dicho.
Monta unas luces que provocan grandes contrastes, de modo que sus desnudos queden modelados en grises pegajosos y profundos. Y luego dedica horas al tratamiento de las placas con raspados, veladuras, ácidos y óxidos para que se sienta a la fotografía también desde el daguerrotipo y el origen.

“El beso” probablemente su obra más famosa

 
Muchos califican su obra de obscena, inútil y depravada, pero quienes mantienen esa postura quizás se pierden en el espasmo vomitivo que la locura, el sexo, la muerte y la aberración pueden llegar a provocarles.
Él simplemente muestra las realidades que nosotros estamos acostumbrados a ignorar. Su trabajo supone un intento de escarbar en los prejuicios y espejismos de la sociedad actual para recordarnos lo que somos, una llamada de atención necesaria a pesar de su crudeza. Es un trabajo difícil, pero alguien tenía que hacerlo.


Fuentes:

 

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